miércoles, 31 de agosto de 2011

Y aunque nunca te lo digo...


Me gusta escribir por escribir, actuar sin pensar y cruzar sin mirar. Ah, no! Eso no!

El ruido de las teclas cuando ya no se oye nada.

No me gusta desmaquillarme antes de dormir, pero me gusta frotarme los ojos y ver que no llevo maquillaje.

Me gusta cuando te ríes a carcajadas y nos contagias a todas. Poder absorber todo lo bueno que desprendes.

Me encanta que me dejes tu coche cada vez que quiero como si fuese mío, y que quites la capota sólo porque me pongo pesada.

Admiro tu perseverancia, tu fuerza de voluntad, tu responsabilidad, tu índice.

De ti me gustan tus ojos azules, tu facilidad para ser feliz, tu florecilla en el culo, tus alas.

Tu positividad y tu sonrisa: contigo siempre.

No podría vivir sin tus ojitos caleidoscópicos y tu mundo bañado en salitre.

De ti me gustaron muchas cosas, las mismas que me decepcionaron.

Tú… tu fuerza, tu ingenio, tu darlo todo, aunque tengo que decir que odié tu “en lo bueno y en lo bueno”.

Me quedo con tu timidez disfrazada de bordería, que me recuerda tanto a mí.

Tu sinceridad, tus ganas, tu risa.

Tu cuidado al mínimo detalle, pero también tus gritos y tu mala leche que tanto me ha hecho reír.

Tu cariño, tu “para todo”. Tú eres la más importante.

De ti… ser tu ojito derecho, no lo cambio por nada.

Tu hombro, cerca o lejos.

Tus broncas, tus troncos, tu vitalidad.

Discutir contigo, odiarte un día, no hablarte en semanas, pero quererte siempre.

Tu esencia…

Y aunque nunca te lo digo, me gusta cuando me muerdes la nariz.

Me gusta mi vida, porque así, a vuestra manera, estáis en ella.

sábado, 27 de agosto de 2011

El "Ex", ese gran desconocido...

Voy a contaros la verdad sobre los ex. Rectifico: “mi” verdad sobre los ex, de la forma en que yo lo veo.


Da lo mismo hablar de ex novios/as que de ex rollos, siempre y cuando hayan tenido algo de peso en nuestras vidas.

Quizás sea demasiado atrevido por mi parte meter a todos en el mismo saco, así que procuraré no generalizar desde el principio.

Desde el punto de vista femenino, yo he vivido de cerca los dos principales tipos de ex novia. He sido ex novia, y he sufrido a alguna que otra ex novia de mis novios.

Cuando se dice que las mujeres somos “frías, calculadoras y manipuladoras”, muchas veces no falta razón. Y eh! Que esto no es malo! Que ya veo que las chicas se me echan al cuello!

Los hombres, por vuestra parte, sois algo más fáciles de manipular… aunque bueno, nosotras quizás también lo seamos en algún que otro momento.

Lo más preciado que tiene una ex es su “orgullo de ex”.
Cuando te enteras de que el que era tu novio ha rehecho su vida, te invade una necesidad sobrenatural por comprobar si le queda algún tipo de sentimiento hacia ti. Es una manera de recomponer tu “orgullo de mujer”, aunque tú tengas tu vida perfectamente estructurada y seas completamente feliz.

Sí. Es algo de la naturaleza. No me preguntéis exactamente por qué lo hacemos, pero es así. Sufrimos una especie de “enajenación mental transitoria” que no nos deja pensar con claridad y nos ofusca de tal manera que lo único que cuenta es conseguir nuestro objetivo: la prioridad en la vida del ex. Mareamos a la otra parte con la sola intención de descubrir si seguimos estando en primera línea de su vida.
En la mayoría de los casos, una vez nos hemos cerciorado de que todavía tenemos poder para tambalear el equilibrio emocional de nuestro ex chico en cuestión, desaparecemos. No queremos nada más. No queremos volver con él. Sólo queremos seguir sintiéndonos lo primero.

Supongo que esto ocurre porque no soportamos la idea de pasar a un segundo plano y que otra persona ocupe nuestro lugar o represente lo que antes representábamos nosotras.

Pero, puede que se de otro caso: que descubramos que el chico en cuestión pasa olímpicamente de nuestra persona, o que su novia actual es infinitamente más guapa, más simpática, más alta, más delgada y más estupenda que nosotras, lo cual nos hará enrabiarnos y perseguir con más ahínco el fin del que os hablaba al principio. Pero no por esto es diferente. De nuevo, cuando veamos con nuestros propios ojos que podemos influir mínimamente en nuestro ex, desapareceremos del mapa.

Si hay que jugar sucio, se juega. En el amor y en la guerra… ya se sabe, todo vale. Y no es ruin recurrir a chantajes emocionales, tirar de recuerdos bonitos o divertidos y adornar el pasado que en realidad fue algo más desastroso de lo que ahora parece, ya que, de lo contrario, no seríamos ex.

Por otra parte, cuando estás al otro lado, como mujer que eres, y dado que tú tuviste en alguna otra ocasión el mismo comportamiento que la ex actual de tu novio actual, sólo te queda sacar lo mejor de ti, aguantar, y luchar por él contra viento y marea. Da rabia, porque tú sabes perfectamente de qué manera está jugando ella sus cartas… que somos mujeres, coño! Pero claro, no puedes decir nada, porque parecerá que te ha entrado un ataque repentino de celos sin sentido.

En esta caza de brujas, a menudo ocurre una de estas dos cosas: bien tu novio te deja y se va con su ex, o bien te llevas tú el trofeo a casa.
Que te deje o no depende de cómo de afianzada esté vuestra relación, y de cuál sea tu límite y cuánto de ti estés dispuesta a dar.
Si se va con ella, no sufras, son pocas las ocasiones en que sale bien. Cuando una relación se rompe… uff, mejor de las segundas partes hablamos en otro post. Pero vamos, ya sabéis lo que pasa en el 85% de los casos.

Con el tiempo, lo bueno se magnifica y lo malo se difumina, con lo cual es fácil que una ex gane rápidamente terreno a una novia actual con sus artimañas femeninas. Pero cuando se vuelve a lo de siempre, la relación cae de nuevo por su propio peso.
Que sí, evidentemente también hay casos en que sale bien… pero por lo general suele ser cuando ya han pasado algunos años, y cada parte de la pareja ha madurado y evolucionado por su cuenta, ha tenido otras relaciones y aun así ha vuelto al principio… Pero no porque tu ex te busque y te manipule, así no, señores.

El caso de los chicos es distinto. Yo creo que a ellos se les da bien dejarse manipular, porque también se les da bien dejarse querer. Por regla general, es la chica quien tira del carro en esto de las relaciones. Si ella afloja… boooom! Y adiós muy buenas. Que sí, perdón, olvidé no generalizar! Ya sé que hay de todo… Pero bueno, yo me limito a exponer mi punto de vista, no a proclamar ningún tipo de verdad universal.

Un chico sabe aceptar la derrota. Bueno no, rectifico: un chico sabe cerrar puertas. Si se empeña en que no, es que no. Las chicas, por desgracia para nosotras, somos mucho más nostálgicas, e idealizar el mundo y las relaciones nos lleva a actuar como actuamos. Quizás sea miedo, no lo sé. Sinceramente, no lo he analizado demasiado.

Esto sólo ocurre con tu último ex y su primera novia después de ti; evidentemente, no vamos por ahí mareando a cada ex novio que hemos tenido a lo largo de nuestra vida! Y sólo ocurre cuando tienes miedo de no encontrar a alguien como él. Ya no le quieres como antes, ya no te gusta tanto, pero quieres lo que te daba. Esa estabilidad, esa seguridad de saber que no estás sola, esa complicidad. No, muy probablemente no quieres estar con él, pero tienes la necesidad de “cubrirte las espaldas” intentando retener eso por si lo tuyo sale mal o, en caso de que estés sola, por si ya no vuelves a encontrar lo que tenías.

Por desgracia yo he tenido que lidiar con varias ex. En realidad no sé por qué digo “por desgracia”, porque eso es lo que da juego a las relaciones, otro aliciente para dejarte la piel hasta ganar, otra manera de alimentar esa ambición cuya recompensa es tan gratificante.

Algunas me lo han puesto relativamente fácil. Otras sin embargo, intentaron hacerme la vida imposible. Y, sinceramente, no sé en qué momento hay que decir “basta” y mandar a tu novio a que le aguante su ex! Supongo que eso va con la personalidad de cada uno y el momento que esté atravesando en su vida. En cualquier caso, por azar o por saber hacer, pude con ellas. Quizás ayude el conocer sus cartas a la perfección, ya que todas en esa situación tenemos comportamientos demasiado similares.

Lo que tienen estas edades es que ya todo el mundo lleva consigo una “carga”: un ex de años, un primer amor, un corazón roto o un sueño de amor frustrado. Como en ese capítulo de “Como conocí a vuestra madre”.

Cambiando de bando, y por suerte, sólo me he visto en la tesitura de “ex mareadora” una vez en mi vida (que yo recuerde), y fue hace mucho, mucho, mucho tiempo. Eso sí, sé que llegará el momento en que vuelva a verme metida en ese personaje… o no, quizás no, porque de todo se aprende, y a mí, ya sabéis, como a los satélites… me gusta girar.

viernes, 26 de agosto de 2011

De planetas y satélites

Creo que estoy cambiando. O girando.
Bueno no, porque soy de esa clase de personas  que piensan que la gente no cambia… sino que la gente crece.

¿Estaré creciendo?

Sinceramente no lo sé, yo siento que por dentro sigo siendo igual de niña.

La Tierra sigue girando, sobre sí misma, pero a mí nunca me gustó girar con (en) ella. Yo prefiero los satélites. Si tuviese que ser un satélite, me quedo con cualquiera de los de Urano. Por lo general, los satélites del Sistema Solar reciben nombres de personajes de la mitología, pero los satélites de Urano son personajes de diferentes obras de Shakespeare, por eso me resultan más curiosos y simpáticos.

Sí, ya sé que el planeta es la parte más importante, pero a mí nunca me gustó ser muy protagonista. Destacar sí, a mi manera, dejar algún tipo de huella, pero no ser protagonista…

A pesar de todo, el movimiento del planeta también se ve afectado por el satélite, ya que este sigue su órbita debido a la fuerza de la gravedad.

Tengo que pintarme las uñas, que me las estoy viendo de reojo mientras tecleo y las llevo hechas un asco.

Me están picando los mosquitos… Queridos mosquitos, no os ha quedado clara mi amenaza? Igual es que no os conectáis a Facebook lo suficiente.

De repente un día te despiertas y te das cuenta de que tus prioridades han cambiado.

Cada vez valoro más y sobrevaloro menos. Bien es cierto que no trato a todo el mundo como se merece, tengo que apuntar eso en mi lista de tareas: “aprender a dar lo que recibo, ni más, ni menos”.

Quizás simplemente creo que lo hago, pero no lo hago de verdad. Lo de aprender a valorar y dejar de sobrevalorar, digo.

Creo que ése es el gran problema de la sociedad, bueno, de las relaciones sociales en general.

Quién establece el rasero para medir cuánto es mucho, poco, demasiado o nada?

Por qué según de la persona que venga un gesto nos parece demasiado o insuficiente?

Tu madre siempre es pesada si te insiste en saber cómo estás porque te ve serio, y tu novi@ nunca te pregunta cuanto debería.

Nos empeñamos en infravalorar lo que recibimos de la gente que más nos da, y en ensalzar a la gente que menos nos tiene en cuenta. Creo que esto bien puede deberse a las expectativas que tenemos. No es raro que tus amigas a las que adoras te envíen un mensaje de “feliz cumpleaños” justo a las 00.00h, pero si te lo envía ese/a chic@ que te encanta y no te hace mucho caso… ¿entonces qué? ¿Su mensaje vale más? Pues no! Evidentemente! Pero quizás el valor añadido que reporta lo inesperado es lo que hace que muchas veces sobrevaloremos las cosas. Eso es! Ahí está! Damos demasiado valor a ese valor añadido. Cuando no esperas algo de la gente, te sorprende que lo haga. Las sorpresas hacen ilusión, y la ilusión… ya se sabe. Hoy es ilusión y mañana decepción. No debemos olvidar que todo el que tiene la facultad de ilusionarnos, tiene también capacidad para desilusionarnos.

Huimos de lo que nos persigue y perseguimos a lo que nos huye.

Lo estamos haciendo mal. El día que la Tierra deje de girar, el día en que seamos capaces de permanecer estáticos, observando lo que sucede a nuestro alrededor y analicemos los comportamientos de la gente de nuestro entorno, nos percataremos de que malgastamos demasiado esfuerzo y demasiado tiempo en cosas que no lo valían, y que dedicamos poco a quienes realmente se lo estaban ganando a pulso.

No me gusta mezclarme con estos temas porque no quiero que pienses que estoy escribiendo sobre ti.

Ni sobre ti. Ni sobre ti. Ni sobre ti.

En general no escribo refiriéndome a alguien en concreto, sino basándome en una serie de experiencias y emociones que van marcando mi carácter.

Evidentemente, claro que hay textos que van por ti. Y otros por ti. Y por ti. Y sí, por ti también.

Todos tenemos en nuestros planetas muchos satélites “ti” distintos que nos marcan de una manera u otra y nos inspiran ciertas pautas en nuestro comportamiento.

En mi caso, cada persona que pasa por mi vida, hasta de la forma más insignificante, aporta algo. Desde la cajera del supermercado del barrio, hasta el profesor de primaria o la universidad, pasando por el chico aquél que sonrió al cruzar, la señora que me dio los buenos días, quien clicó en “me gusta” o dejó su comentario, o el turista que se quitó el sombrero cuando paré para que cruzase por el paso de cebra. Sin olvidarme de mi familia, de mis amigos, de ti, de ti, de ti, de ti y también de ti, y por supuesto, de vosotras. Pero esa es otra historia, porque es otra forma de influir que intentaré explicar el día que esté menos espesa, porque hoy… vaya tela.


Todo esto para decir que quiero aprender a tocar el piano y que estoy deseando que llegue septiembre para independizarme.

Sí, lo sé, podría ser más sencilla, callar más y hablar menos, dejar de comparar todo buscando ejemplos y usando metáforas… pero entonces, entonces no sería yo, y vosotros no habríais tenido tanto que ver en todo esto.

Preferís aportar algo? O pasar desapercibidos? ;)

lunes, 22 de agosto de 2011

En sus zapatos

De pronto entendí por qué tu canción favorita era tu favorita; que tu historia era para tí más dolorosa de lo que parecía ser, que acerté con el clavo que intentas que saque a otro clavo.

De pronto todas las piezas encajaron en el puzzle y, por arte de magia, se accionó el botón de "no pensarte más".

Ahora soy capaz de no soñarte sin que sea un objetivo, simplemente porque sí.

Meterme en tus zapatos me hizo ver que no eras malo, sí cobarde, pero no malo...

Meterme en tus zapatos me permitió conservar el cariño que te tuve.

Suerte, y buen viaje :)

domingo, 21 de agosto de 2011

Sumergida

Ahí abajo las cosas se ven de otra manera... no es un caleidoscopio, pero también mola. Es otro tipo de cristal en aumento de un universo paralelo.


Sumergida oigo el balanceo de las olas y el susurro de los peces. El tintineo de las conchas que van arriba y abajo, delante y detrás.


Sumergida bailo con el agua (que no bailo el agua). Me atonto con la coreografía de las algas y el disfraz de camuflaje de cada especie.


Sumergida el mundo no existe, y sólo cuenta mi respiración.


A veces se oye el rugido de un motor de fondo.


A veces se encuentran tesoros.


Al asomarme entre las rocas mi única preocupación es encontrar un pulpito pequeño con el que jugar hasta que me llene de tinta la cara.


Sumergida la banda sonora la pone mi mente en turquesa...


Un día me olvidé de pasar las horas muertas en el mar, y el día en que me di cuenta, prometí que no lo volvería a hacer (olvidarlo).


Me encantaba bucear contigo, de tu mano... Enredarme en tus aletas y tirarte de la red haciendo ruidos de garganta para que me oyeses, porque había visto una dorada o una sepia, cuando aún quedaba vida en aquel mar. Me compraste un tridente y jugaba a pescar lenguados camuflados en los bancos de arena. Pasaba horas detrás de ti, observándote con tu fusil, convirtiéndote en mi héroe, aun con los pelos de punta por el frío y muerta de hambre. 
Me fascinaban esos días en que era tu niñita de 10 años y terminaba deprisa los deberes mientras tú dormías, para volver a patalear hasta que bajases conmigo otra vez al mar.
El campeón del día era quien cogía más caracoles para la cena, y nunca dejábamos de pelearnos.
A veces, para llamar tu atención hacía la sirena o daba volteretas sin parar, y tú me mirabas y sonreías.
Me moría por salir del agua emocionada para enseñar a mamá las marcas en mi brazo de los tentáculos del pulpo y merendar mi sandwich doble de nocilla.


¿Por qué dejamos de hacerlo? Supongo que fue porque crecí, pero no dejé de echarte de menos.



-Te paso la sal?
-No, gracias... allí no me hace falta.

















sábado, 20 de agosto de 2011

La princesa y el sapo

"
-   Eres una Princesa.
-   Lo sé.
-   Qué no se te olvide.
-   A veces.  A veces se me olvida.
-   Qué no se te olvide.  Nunca.
- ___________________ (Silencio)
-   ¿Le besaste?
-  ¿A quién? ¿Al sapo?
-  Sí.
-  Pues claro!
-  ¿Y?
-  Pues creo que sigue siendo sapo.
-  Eso es que no era Príncipe.  Te equivocaste de sapo.
-  Lo sé, pero yo tampoco soy cualquier Princesa.
-  Ya.  Tú eres mejor aún.
-  Yo no quiero un final feliz.
-  Ah, no?... ¿Y qué quieres?
-  Serlo..."



Sabéis cuál es el verdadero problema? Llevamos toda la vida pensando que el sapo se convertirá en príncipe, y cometemos un error. No nos hemos parado a analizar la realidad...

Y es que lo estamos haciendo al revés. Nos llevamos sorpresas porque besamos al que creemos príncipe, y éste acaba por convertirse en sapo.

Yo sólo conocí a un príncipe una vez y fue el de Beckelar.

Pongamos los pies en la tierra, salgamos de los mundos de Disney, besemos a quien nos apetezca besar, príncipe, rana, sapo, velocirraptor o camaleón. Da lo mismo. Da igual. Porque al final, si es para tí, si es el tuyo, no necesitarás nada más.


viernes, 19 de agosto de 2011

Como todos...


Hay veces en que no pensar es más sencillo...

Actuar. Sin pensar.
Hablar. Sin pensar.
Escribir. Sin pensar.

Porque como pienses... analizas. Y como analices, la primera impresión ya no es la primera, y ya nada te parece como fue.

Hay veces que no entiendes nada, y si piensas... aún menos.

Yo nací sin pan debajo del brazo, y sin manual de instrucciones, como todos.

"Dejarse llevar suena demasiado bien"...  ♫ ♫ ♫
 aunque a veces dejarse llevar no sea lo que esperabas.

Otras veces nada es como pensaste que sería... ves? Si no piensas no hay expectativas, y sin expectativas, no hay decepciones, y sin decepciones, no hay días "de esos días".

Pero qué hay del "y si...?"
"Y si..." nada! Porque a veces lo que no tiene que ser no es, por cualquier motivo relacionado con las teorías del universo o la alineación de los planetas o yo que sé qué otra absurda razón...
Hay quien lo achaca al destino, pero yo siempre pensé que creer en el destino es una manera de eximirnos de responsabilidad, de no sentirnos culpables por lo que pudo haber sido o lo que no conseguimos...

Lo arreglamos todo con "qué se le va a hacer, será que no era mi destino"... Y no, señores. Será que no te lo has currado, será que pensaba que eras de una forma y se decepcionó al conocerte un poco más, será que no le gustas, será que quien hizo la entrevista delante de tí tenía más idiomas, será que influyen otros factores que no puedes controlar, será que no era el momento, será que chutaste mal, será que tuviste un mal día... será que comiste demasiado o no estudiaste lo suficiente, será lo que quiera que sea, pero... ese "será" será el destino?

Destino o casualidad?

Por qué hay momentos en que no es "nuestro momento"?
Por qué dejamos pasar oportunidades sin poner suficiente interés?
Por qué inconscientemente nos arrastramos como imantados a lo que sabemos que no queremos?
Esa fuerza, ese algo, eso que hace que nos decantemos por una cosa u otra, por todo o nada, por avanzar o quedarnos donde estamos... es eso destino?

Y esto es lo que pasa cuando no piensas, cuando todo fluye... Que empiezas a mezclar cosas y escribes una nota en facebook que probablemente no tenga ni pies ni cabeza, pero que, con suerte, apenas leerán los de siempre, que te conocen y no se decepcionan.

Hoy es uno de esos días... en que no piensas, en que el viento que hace afuera te vacía la cabeza y te enfría el corazón. Y no es malo, y no es triste!

Y habrá quienes seguirán pensando que soy rara, y habrá quienes me seguirán haciendo sentir única.

Sí, yo nací sin pan debajo del brazo y sin manual de instrucciones....
Como todos.

martes, 2 de agosto de 2011

Con la cabeza, con el corazón, y con la tripa...

Dicen que en el cerebro se encuentra todo nuestro patrimonio, que es el motor que mueve la máquina y envía las señales oportunas para reaccionar a los estímulos, pero… ¿maneja también al corazón? Supongo q esto es relativo.

Muchas veces, por mucho que nos empeñemos, somos incapaces de elegir el camino correcto aun sabiendo que es el correcto.
¿Elegir? ¿Nosotros elegimos? Eso es algo que siempre, desde hace años, me he estado planteando…
Alguien coloca ante ti varias opciones, varios caminos. Tú las sopesas, haces balanza y te decantas por una de ellas pero, ¿qué te mueve a realizar esa “elección”? Y digo “elección”, entre comillas, porque no sé si es elección o es accidente…

¿Por qué a veces, teniendo delante la opción adecuada, escogemos otra cualquiera?

Elegir no es hacer o no hacer. Elegir es enfrentarse a un coste de oportunidad, renunciar a algo a cambio de otro algo, ni mejor, ni peor, pero que simplemente te reporta mayor “utilidad”.

En cuestión de relaciones, para mí son contratos. Contratos de dos firmas.

Tú me aportas lo que yo necesito, y yo hago lo mismo contigo. Desde el momento en que eso no es así, la relación se rompe.
Quizás la otra parte deja de cubrir tus necesidades y aún así, la relación continúa; y esto, ¿por qué?
Es fácil: porque seguir con esa relación te beneficia más que romperla, te aporta mayor utilidad. No se trata de un beneficio en el sentido literal de la palabra, ni de interés, ni de nada parecido… sino que tú estás mejor contigo mismo continuando con ello, porque, en la balanza, prefieres seguir al dolor que supone romper; prefieres guardar las apariencias, a las consecuencias del qué dirán; prefieres la seguridad al miedo a la soledad; prefieres la comodidad de hacer oídos sordos y de tripas corazón, al esfuerzo de luchar… eso ya depende de cada uno, y va con su persona. Y esto es así en todo tipo de relaciones, no sólo en las amorosas.

Por eso, para mí, existen tres formas de querer:
Se quiere con el corazón, con la cabeza y con la tripa. Sobre todo con la tripa.

Para mí la tripa es el cerebro del corazón, es quien maneja la máquina, quien alimenta a la bestia.
Puedes tener delante a la persona perfecta, que cumpla todos los requisitos para ser el mejor compañero de vida de todo el universo. Eso lo tendrás claro en tus ideales, y le querrás con la cabeza.

Por otra parte está el cariño. Esa ternura, ese amor tan propiamente dicho, ese desear la felicidad plena del otro, ese “querer bien”. Pero de lo de “querer bien” ya hablaré otro día.

Y por último… la tripa. Esas mariposas que mueven montañas sólo con sus susurros. Ese temblor de piernas, esa pérdida de apetito, esos nervios, ese brillo en los ojos, ese “no-se-qué”…

Probablemente haya mil explicaciones científicas (quizás menos) para el fenómeno del enamoramiento, pero, desde mi punto de vista, para que algo salga bien, debe enfrascar esas tres formas de querer: “cabezacorazónytripa”, todo junto, todo en uno, inseparable. Porque si te falla alguna… no es él. O ella. O tu momento, será que no es tu momento, que es otra manera fácil de culpar al destino y sentirnos liberados.

Y es que el roce hace la herida pero también hace el cariño.
Y la tripa.. la tripa puede darte los mejores momentos de tu vida, pero también los peores. La tripa puede hacer que te enamores del mismísimo diablo. La tripa no entiende de razón, ni de cabeza, ni de sensatez ni madurez. La tripa es quien nos da ese punto de locura, de niñez, de risa, de vida, de sueños, de luz… en todo, no me refiero sólo al amor. La tripa te enamora de la vida o te hace odiarla con todas tus fuerzas. Te posee, te absorbe, te enajena. Te impide pensar con claridad. Aparentemente, te perturba, te perjudica…

Pero la tripa… si te falla la tripa…

estás perdido.